Vuelvo
a sentir tus manos en mis sienes
acariciando,
sutil, mi pensamiento
dictando
entre susurros tanto verso
escrito,
recitado , desmedido.
La
noche se eterniza y tu recuerdo
cual
daga de metal siempre acerado
se
hunde en mis entrañas, me apuñala
con
la ausencia del sueño compartido.
Mi
hoy ya no es mi hoy, tal vez mañana
si
muero recupere lo perdido,
pues
vivo en el ayer, cuando vivía
contigo
aquel momento que aún revivo.
No
importa que en el mundo nadie entienda,
que
incrédulos me observen los mortales,
ignoran
nuestro amor y no imaginan
que
los lazos que nos unen son eternos.
Ni
la muerte que ahora nos separa
podrá vencer tan férrea resistencia,
pues al fin será ella quien me
lleve
y me acerque a las puertas de tu encuentro.
Espérame, mi amor, no defallezcas,
cada dia que estemos separados
será, al fin, un dia menos que reste
para alcanzar la dicha prometida.
Guadalupe Vega. Valparaiso, 1972
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