Con el pelo canoso, ralo y
escaso, su cara , de mejillas surcadas por infinitas venillas rojas, denotaba
ante el espejo el hastío de una vida
gris . Las relaciones con sus tres
esposas y con sus amantes le habían conducido, a fuerza de costumbre, a la insensibilidad sexual.
-Piensa, Manolo! Necesitas
un orgasmo. Sí, el ORGASMO. Con mayúsculas. Como los de antaño, esos que recuerdas vagamente.
Qué te queda por probar? Autoahogamiento?
Se tendió en la cama, se colocó alrededor del cuello el cinturón
negro de los domingos y procedió.
A medida que crecía la
excitación y faltaba el oxígeno, el corazón se aceleraba. Los sentidos se
agudizaban. Todo se hacía extrañamente intenso. 140, 160, 170 pulsaciones.
Estaba ahí. Tenía que llegar. Llegaaabaaaaaaaaaa.
Una recóndita arteria, en
lo más remoto de su cerebro explotó al mismo tiempo que su próstata se
estremecía y relajaba. AAAAHHHH!
Fue un gran orgasmo, el
ORGASMO. Con todas la letras y todas mayúsculas.
Lástima que él, si llegó a sentirlo, no podría recordarlo.
Joan Gimeno. Montrodon,2014
Orgasmo letal... MS
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